Su Majestad el Rey Don Felipe VI preside la Apertura del Curso de las Reales Academias
Ayer 16 de octubre se celebró en la sede de la Real Academia de Ciencias Exactas, Física y Naturales (RAC) la solemne apertura del curso de las ocho Reales Academias que constituyen el Instituto de España. Dicha sesión fue presidida por el rey D. Felipe VI, asistiendo entre otras autoridades, el ministro de Educación, Cultura y Deporte, D. José Ignacio Wert, y el director de la Real Academia Española (RAE), D. José Manuel Blecua.
La primera intervención fue a cargo de D. Alberto Galindo, presidente de la RAC, que dio la bienvenida y agradeció la presencia de don Felipe, remarcando la importancia del «permanente y vigoroso desarrollo de la ciencia, la cultura, la investigación y la tecnología».
A continuación, Jesús Santamaría, secretario general de la RAC, presentó la Memoria Anual 2013-2014 de las actividades de las Academias del Instituto de España.
Tras la presentación de la Memoria, el académico de la RAC y catedrático de Medicina D. Carlos Belmonte ha leyó la conferencia inaugural, titulada «Desenmarañando el cerebro. Los caminos de las Neurociencias».
Por último, don Felipe ha recordado que «la creación de las primeras Reales Academias, hace ahora tres siglos, es una buena muestra de que la promoción, la conservación y la difusión del conocimiento goza en España de una sólida tradición. Y nuestra Constitución de 1978 recogió y actualizó este legado al asignar al Rey el Alto Patronazgo de esas corporaciones». De esta forma, don Felipe animó a «quienes integráis de manera tan leal y eficaz» las Reales Academias a «dar un impulso a vuestra tarea, con un aire renovador, que os sitúe en la vanguardia del nuevo milenio al servicio de nuestra sociedad».
Discurso de Su Majestad el Rey don Felipe VI:
La creación de las primeras Reales Academias, hace ahora tres siglos, es una buena muestra de que la promoción, la conservación y la difusión del conocimiento goza en España de una sólida tradición. Y nuestra Constitución de 1978 recogió y actualizó este legado al asignar al Rey el Alto Patronazgo de esas corporaciones.
En cumplimiento del mandato constitucional y continuando la vinculación mantenida -y el cuidado ejercido- por mi padre el Rey Juan Carlos I, pero también por convicción propia, muy pocos días después de mi proclamación me reuní con los presidentes y directores de las Reales Academias integradas en el Instituto de España, para expresar el reconocimiento profundo de la Corona a estas instituciones, y mi cercanía y deseo de apoyar en lo posible su noble y docta función.
Durante los últimos meses he podido manifestar en varias ocasiones el deseo de que, durante mi reinado, nuestro país preste el máximo apoyo a la ciencia y la investigación, a la cultura y al conocimiento en su más amplia expresión.
Y este es precisamente mi propósito: animar a la Reales Academias -a quienes las integráis de manera tan leal y eficaz- a dar un impulso a vuestra tarea, con un aire renovador, que os sitúe en la vanguardia del nuevo milenio al servicio de nuestra sociedad. Se trata, sin duda, de un reto exigente pero, al mismo tiempo, muy adecuado para unas corporaciones que representáis la excelencia, la experiencia y el buen hacer. Además os hablo cargado de esperanza y confianza en vuestra capacidad para lograrlo.
Vuestro carácter independiente, que os otorga una capacidad de acción singular, permite abordar proyectos y programas de actuación desde criterios propios y también compartidos con otras entidades como las Universidades, los Centros de Educación Superior, las Administraciones y, por supuesto, las demás Academias españolas.
Estas últimas, con su arraigo en muchas partes de España, representan un potencial muy notable, que debe ser activado y sumado conveniente e inteligentemente a favor del progreso de nuestra nación. Con generosidad y altura de miras, no perdamos de vista ese gran potencial.
Señoras y señores,
La cultura conforma las identidades individuales y colectivas y es fuente de riqueza material e inmaterial. La cultura y el conocimiento son elementos y condiciones indispensables para el desarrollo de las naciones y el bienestar de sus ciudadanos. Para avanzar en el bienestar colectivo debemos contar, hoy más que nunca, con la aportación de los intelectuales, de los pensadores; de hombres y mujeres comprometidos con su país. Como fuentes y referentes de conocimiento, sí; pero también de valores, de esfuerzo, de serenidad y solidez en nuestro afán de avanzar y mejorar continuamente.
La aportación que el mundo académico puede realizar se materializa en la generación, la conservación y la transmisión del conocimiento, pero es también esencial en estos tiempos que todo este caudal llegue a impregnar las distintas realidades de la vida y alcance al mayor número de ciudadanos en su propio beneficio y en el de todo el cuerpo social. Y también es muy necesario que, en correspondencia, aumente el reconocimiento, el aprecio y la visibilidad de su trabajo, de su ejemplo.
El ámbito intelectual tiene, pues, el honor, la obligación y la responsabilidad de asumir este reto que es también una demanda real del conjunto de la sociedad. Es preciso, por supuesto, conservar el saber, cultivar la erudición; pero igualmente, es vital actualizar y crear permanentemente, investigando, innovando, generando pensamiento con excelencia y sentido práctico. En tal sentido, hemos de garantizar la mayor y efectiva difusión del conocimiento, para que no quede confinado en bibliotecas, archivos, o centros de saber, sino que llegue, estimule y oriente al mayor número de ciudadanos.
En un tiempo nuevo, caracterizado por la sociedad del conocimiento y el rápido avance de las tecnologías, es preciso también que las Reales Academias y las instituciones volcadas en el saber asuman, incorporen e incluso lideren el progreso científico-técnico, afirmando su presencia en las nuevas vías de comunicación que se afianzan cada vez más en nuestra sociedad y que son las nuevas plataformas de diálogo en el futuro.
En este proceso son fundamentales los jóvenes , no solo como beneficiarios en términos de formación y de oportunidades de trabajo, sino como auténticos agentes de modernización capaces de facilitar, interpretar y desarrollar con nuevos lenguajes esta inevitable evolución. Si lo académico, en gran medida, está orientado a prestar el mejor servicio a las nuevas generaciones, también es cierto que estas deben prepararse y estar en disposición de escribir el futuro colectivo.
En el ámbito internacional, es evidente que la proyección de las Reales Academias es la de la misma España. Son verdaderamente notables y numerosos los marcos de colaboración en el terreno del conocimiento existentes en el ámbito iberoamericano, pues la Comunidad Iberoamericana de Naciones y aquellos países con los que compartimos afinidades históricas, lingüísticas y culturales representan siempre un campo de acción privilegiado. Ahora se trata de que las Reales Academias sigan tomándolo como referente y como espacio prioritario para la acción y la colaboración.
Señoras y señores,
El tiempo de la Ilustración fue testigo de la fundación de las Reales Academias, concebidas como vigorosos instrumentos para promover el conocimiento y el desarrollo. Hoy, trescientos años después, no tengo duda de que la renovación y el impulso de estas corporaciones, y su adaptación a los nuevos desafíos, no pasarán desapercibidos a los ciudadanos.
Estoy seguro de que los españoles podremos sentirnos muy orgullosos de unas instituciones que encarnen la mejor imagen de la tradición y, al mismo tiempo, la mejor imagen de la vanguardia y el progreso de nuestro país.
Con estas palabras y mis mejores deseos para esta nueva etapa, declaro inaugurado el curso 2014-2015 de las Reales Academias.
Muchas gracias
Conferencia inagural de D. Carlos Belmonte: «Desenmarañando el cerebro. Los caminos de las Neurociencias»