Justo lo contrario. Lola Cintado
Plácido Fernández Viagas no tenía un perfil político, otro perfil jurídico y un perfil personal. No era padre de familia, por un lado, juez por otro y, además, un político. No tenía una vida pública y otra privada. Era un hombre socialista y cristiano. Creo recordar que él se definió así al inicio de la campaña electoral que le llevó a la presidencia de la Junta de Andalucía en su etapa preautonómica. De forma que escribir el perfil político de Plácido no es sino recordarle en su condición de hombre honrado, rebelde y libre.
En una sociedad que está acostumbrada a confundir la seriedad con el aburrimiento y la política con la corrupción; que acepta sin rechistar que la vida pública y la privada sean vidas paralelas -y no me refiero sólo a los políticos, sino a los artistas, a los genios y a la gente corriente- y que prefiere pensar que las ideologías han pasado a mejor vida, personas como Plácido son incómodas e incomprendidas.
Sus adversarios políticos y, ¡no perdamos la memoria!, también algunos de sus compañeros de partido, lo tacharon de mal político con el argumento de que no tenía cintura, era claro como el agua y se negaba a anteponer la oportunidad política a sus ideas. Le costó caro, pero él prefería pagar sus facturas.
Pasa el tiempo y cada vez están mejor vistos los jueces que se declaran neutrales pero aseguran los cimientos de la ideología dominante, los que politizan la justicia, los que mantienen que el derecho debe ser neutral, los que pregonan que es necesario sacrificar la justicia en el altar de la ley. Cada vez están mejor vistos los que dicen que no son políticos sino personas que respetan las leyes. Plácido Fernández Viagas era justo lo contrario. Ése era su perfil político.
Justo lo contrario. Lola Cintado
Extraído de:
VVAA. Enciclopedia General de Andalucía. Vol.8. C&T Editores, 2004.